
En un extraño lugar, cuyo misterioso nombre no recuerdo, vivía un pobre campesino. Su piel ajada por el sol y sus manos callosas, eran signos inequívocos de una dura vida de trabajo. Con un esfuerzo intenso, obtenía de la tierra lo mínimo para su subsistencia... Durante la mayor sequía que había padecido en su vida; tuvo la desgracia de recibir una ingrata noticia que lo doblegó. Una mortal encrucijada lo paralizó, encerrándolo en un laberinto de indecisión. Atravesado por la angustia y el dolor, con el rostro en tierra, lloró a causa de su infortunio. Arrebatado por una momentánea inestabilidad emocional, se sentó sobre su maldita tierra y comenzó a gritar. Bañado por el llanto, invocó a la muerte, rogándole que se lo lleve... * Texto completo.
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