miércoles, 12 de agosto de 2009

Crónica de un hombre despechado.

¿Qué es lo que hace que una persona en apariencia normal cometa una serie de aberrantes asesinatos? ¿Qué es lo que mueve a un hijo a matar a su padre o a una madre a su hijo? ¿Por qué un joven normal puede decidirse a matar a su hermano o a su esposa? ¿Habrá alguna razón detrás de los miles de homicidas cuyo móvil no se reduce sólo al dinero? ¿La historia de Caín y Abel será algo que jamás podremos desterrar? ¿Habrá una especie de locura universal de la que no podemos escapar?
Tal vez, sean las presiones de la vida cotidiana. Tal vez las dificultades económicas o una larga historia de sufrimiento. Tal vez la culpa sea de nuestros padres y la educación que nos dieron. Es posible que una larga serie de presiones imperceptibles, terminen por convertir a un tranquilo profesional en un asesino serial. Quizá el deseo de un amor inalcanzable o imposible, pueda trastornar hasta el más equilibrado de los seres humanos. Pero lo cierto es que detrás de todas estas aberraciones hay algo de locura. Y sin duda, una de las puertas que abren el camino a esta demencia, tiene su origen en el amor...
El martes por la noche, el despechado Sodini, entró un gimnasio. Se dirigió a una clase de aerobismo y depositó un bolso en el piso. Después de una breve pausa, extrajo por lo menos dos pistolas. En silencio, apagó las luces y luego comenzó a disparar. Tres mujeres murieron y nueve personas resultaron heridas. La policía dijo que pudo haber efectuado hasta 52 disparos antes de suicidarse...
Estamos entrando en una etapa de locura, en donde hombres desquiciados causan fenomenales estragos en la sociedad. La educación no alcanza y el bienestar económico no logra vencer la alienación. La droga enloquece a muchos, pero los paranoicos se multiplican por doquier...

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