Lionel nació en un país donde las imágenes suelen anular la realidad. Tuvo su insólito origen; en un continente donde la magia suele desplazar lo cotidiano. Desde niño vivió en un mundo de sueños y gambetas, que lo condujeron por un fascinante universo de ilusiones... Y mientras sus padres les inculcaban las destrezas del balón, su armario se llenaba de camisetas de todos los equipos.
En una Argentina acostumbrada al rumbo incierto, Lionel quiso ser una figura deportiva. Con habilidad y esfuerzo, buscó deslumbrar a todos, en uno de los pocos deportes que hace delirar a las masas. No le interesaba la literatura, la música, la pintura o las matemáticas, sino el fantástico universo de la pelota... Con la habilidad de sus piernas y algunas ropas adecuadas, se convirtió en un ídolo... El fútbol lo llenó de gloria, dinero y reconocimiento. Entonces vio como su ropero crecía con ropajes cada vez más onerosos. Pero cuando lo abría, sentía que su vida dependía demasiado de esos disfraces. Más que ropas accidentales que cubrían su cuerpo, esos artificios de tela, marcaban los rasgos de su personalidad. Eran una especie de segunda naturaleza, que cambiaban su temperamento, según los disfraces que usara.
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