
A los doce años, Juan Morales llegó a la capital junto a su padre. Esperaban encontrar en Buenos Aires una vida mejor, en un próspero país... En Bolivia no quedaba mucho por hacer y la subsistencia cotidiana se hacía difícil... Al principio sus compañeros lo discriminaban por su país de origen. Le decían “blackie” o “negro”, junto a una serie de agraviantes epítetos, acerca de su nacionalidad... Al parecer, no había lugar para los marginales, en esta Argentina en colapso. Lo que España había hecho físicamente con la devastación de su cultura; Argentina se lo estaba haciendo espiritualmente al no incluirlos. No lo hacían con espadas o fusiles, sino con el gesto de una sonrisa hipócrita. A diferencia de la antigua brutalidad española, ahora usaban su educada xenofobia...
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