miércoles, 12 de noviembre de 2008

La llorona de las salinas.



A veces, la escucho de a ratos. Durante las noches suelo levantarme ante algún susurro, cuyo origen no alcanzo a descifrar. Por ello, pronunciar su nombre, me inspira un cierto temor. Recuerdo que alguna vez ha arrojado un par de piedras sobre mi frágil humanidad. Otras veces ha intentado tirarme desde lo alto de un árbol o hacerme perder el equilibrio. Durante mucho tiempo la presentí, pero no la pude ver. Hasta que un día, logré fotografiarla sobre mi ventana. Con su rostro huesudo y sus vestidos deshilachados, dejó que un rayo de luz me muestre su figura. Parecía un espectro o una sombra, con una consistencia inmaterial y algo etérea. No era una anciana fea y arrugada como suelen describirla, sino una joven de mirada calma. Pero también pude ver, el espíritu diabólico que salía de su imagen, dándole vida... * Texto completo.

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