sábado, 17 de abril de 2010

Contra los filicidas

Sólo un par de células, marcan el inicio de la vida en un embrión. Una vez que se produce la fecundación; este nuevo y minúsculo ser adquiere una identidad totalmente distinta a la de sus progenitores... Cada blastocisto o embrión de cinco días de gestación, es una esfera formada por alrededor de 100 células. Las células de la capa externa formarán la placenta y otros órganos necesarios para sustentar el desarrollo fetal en el útero. Mientras que las células internas, formarán casi todos los tejidos del cuerpo. Ello ha brindado expectativas a algunos científicos para manipularlas, pensando en generar tejidos u órganos nuevos en laboratorio, para implantarlos en pacientes y curar enfermedades. Pero este tipo de extracción de células, genera la muerte del embrión.
Quienes siguen esta línea, en donde colocan los sueños de la ciencia y el desarrollo humano, por encima de la vida del embrión, se hallan cerca de una extraña cultura de la muerte. Al igual que en el relato de Dorian Gray, buscan alcanzar la juventud eterna, sin importar los costos que ello implique. Juan Pablo II explica que lo inédito de esta “cultura” de la muerte, es el hecho de que gran parte de la sociedad la justifica en nombre de una falsa libertad individual...
El aborto, la eutanasia y la manipulación de embriones, son los ejemplos más tristes de esta situación que describe el Papa. Ya no se trata principalmente de una matanza de seres inocentes por medio de guerras y atropellos bélicos, sino de una silenciosa y sutil destrucción de la vida humana. Matamos a nuestros niños antes de nacer, sin darnos cuenta la maravilla y la novedad que un embrión implica. Con una maldad nefasta, también buscamos eliminar a nuestros ancianos, puesto que no brindan nada útil ni productivo...

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