
Si bien hace años que las dictaduras parecen haber perdido su poder. Sobre nuestro mundo actual se observa un fenómeno político, que tiene algunos rasgos dictatoriales. Nuestra sociedad ha perdido el rumbo y diluido las leyes que por años han conducido nuestra conducta. Pero sin darnos cuenta, detrás de esta supuesta tolerancia y disolución de las leyes se oculta la pretensión de alcanzar un sutil absolutismo. Cuando la verdad se desdibuja y todo vale lo mismo, nos encontramos ante un sistema donde la fuerza se transforma en la única razón valedera. Por ello, detrás del relativismo se oculta una perspicaz prepotencia, que pude dar origen a un sistema político autoritario y atroz. “¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!... A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, dejarse “llevar a la deriva por cualquier viento de doctrina”, parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”
[1]. De este modo, cuando no hay ninguna verdad hacia la cual dirigirse, esta debe ser impuesta. Cuando no hay ningún faro o guía que nos orienta, se necesita de mucha fuerza para imponer alguna doctrina...
* Texto completo.
[1] Benedicto XVI, Misa “Pro eligendo pontifice”, 18 de abril de 2005.
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