Serían alrededor de las once de la mañana. Riquelme estaba sentado en un banco de la estación, mirando hacia la calle Almirante Brown... Riquelme que tanto había dado a la gloria de Boca y lo había conducido a una fama inigualable; estaba triste. Luego de años de alegrías y campeonatos obtenidos, ahora sufría vituperios, agresiones, odios y maldiciones. La milenaria imagen de Varela y Boye, abandonados al olvido, cubría al jugador con su sombra... Alguien bajó del tren y se sentó a su lado. Se parecía mucho a Riquelme. Por un rato se quiso parar para alejarse del otro joven. Pero su cántico le causó una cierta satisfacción. El otro Juan Román estaba exultante de alegría y feliz, mientras cantaba: “Yo solo quiero quemar el gallinero, que se mueran los cuervos y la guardia imperial… yo te sigo a todas partes, gracias por salir campeón”. Luego continuó con otros cantos que despertaron mi memoria, haciendo que Riquelme se ponga feliz. Entonces se acercó al otro hombre más joven y le dijo:
- Señor, ¿es usted de Boca o de Tigre?
- De Tigre, pero desde la Novena juego en Argentino Juniors.
Luego de un largo silencio le pregunté:
- Ha sido elegido para jugar en el seleccionado argentino sub-18 de José Pekermann, que jugará el mundial de Uruguay.
Me dijo que si.
- En ese caso –le dijo Juan Román al otro – usted se llama Juan Román Riquelme igual que yo. Estamos en el 2015, en la ciudad de Don Torcuato, cerca del barrio San Jorge.
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