Muchos pecadores se acercaban al profeta Ezequiel, para escuchar sus palabras. Aunque algunos lo consideraban un hombre del mal y un embaucador. Es así que los hombres de la ley, los economistas y los políticos murmuraban diciendo: “Este hombre se acerca a los pecadores y comparte su vida con ellos”. Entonces el profeta les contó la siguiente parábola:
Un hombre llamado Javier Toranzos Acero, tenía dos hijos: Ellos tenían una enfermedad que sólo podían curarse por medio de un costosísimo tratamiento, que hacían unos sabios del norte. Entonces el hombre pensó: “Voy a pedir dinero por todo el reino, haciendo uso de los artistas y los ciudadanos de renombre, para que colaboren en mi cruzada...". Contando con el apoyo de los célebres ciudadanos, salió en busca del preciado dinero por todos los caminos posibles. Y como el pueblo era muy solidario; pudo conseguirlo en muy poco tiempo... Mientras su familia se preparaba para comenzar su viaje hacia el norte; el padre tomó los bienes que había recibido y comenzó a malgastarlos. Sin que nadie se percate de sus malos actos, comenzó a derrochar las donaciones en una vida licenciosa. Durante tres semanas se dedicó a frecuentar oscuros tugurios y a alternar con mujeres de vida libertina.
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