
Durante los años del antiguo régimen, la cárcel de Devoto albergó en su interior dos enigmáticos personajes. Los hermanos Aparicio, ocupaban una oscura celda del quinto piso. Ellos habían sido condenados a cadena perpetua por el asesinato de sus padres. Sus cuerpos, ya sin vida, habían sido encontrados por unos niños, que jugaban en la calle. Ocultos en la parte trasera de un carro y envueltos entre sábanas, tenían signos de haber sufrido una violencia atroz. Sus cráneos parecían haber sido atravesados por un hierro y en sus cuellos se veían las marcas de un supuesto estrangulamiento... Durante la fatídica noche, descargaron su furia, con una barra de hierro, contra sus progenitores. Atravesaron su cráneo sin piedad y los golpearon con un objeto contundente... Para Sergio el asesinato singular de sus padres, no era más que un pequeño gesto moral, que debía transformase en algo mayor. El drama de los hermanos Aparicio, no podía quedar limitado a un simple homicidio familiar, sino que debía tener un alcance universal. Sergio Aaparcio sentía que su alma lo desbordaba y no podía conformarse con la consecución de un mísero parricidio. Su deseo de lo absoluto, aspiraba a un magno asesinato a una especie de homicidio absoluto. No le bastaba con matar solamente a sus padres, sino que aspiraba a matar a todos los padres. Su acto debía ser perfecto y abarcar a toda la humanidad. Entonces acudió a la célebre pensadora Etel Von Zwecke, quien desde hacía tiempo había sido reconocida por su lucha en defensa de los derechos humanos... * Texto completo.
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