miércoles, 1 de febrero de 2012

Cólicos y malos gobiernos

Cuando llegó el fatídico día quince en la vida de mi hijo Hilario, una nueva experiencia comenzó a alterar mis tardes. Una serie de alaridos terroríficos me dejaron atónito y sin capacidad de reacción. Sus gritos manifestaban un dolor muy agudo, que no sabía de dónde venía. Su cara se volvió de un rojo remolacha en unos instantes, sus brazos se erguían hacia el infinito, sus piernas se movían enloquecidas y su abdomen parecía una piedra. Un llanto desconsolado me dejó pasmado, ante una situación que me desbordaba. Sus gritos manifestaban un buen funcionamiento de los pulomones y un estado bastante saludable. Y mientras mi esposa lo tenía en brazos, sus gritos se prolongaban por unos minutos que parecían eternos... * Texto completo.

No hay comentarios: