lunes, 8 de diciembre de 2008

El golem genético.

Desde que el joven Ben Josef Schindler ingresó en la facultad de ciencias naturales, una sola obsesión marcó su vida... Las proteínas, los procesos metabólicos o la composición de los genes, lo abstraían a un mundo del que sólo lo liberaba la religión... El misterio de la vida ejercía sobre él un poder hipnótico... Obstinado por hacer lo que Dios hace, buscó crear un ser capaz de detentar vida humana. Schindler no quería formar un golem de arcilla, como aquellos que habían poblado las leyendas que escuchaba en la sinagoga...
Para desarrollar semejante empresa, puso toda su esperanza en la clonación. Entonces, tomó material genético de diversos tipos, con los que dio origen a sus primeros estudios. Comenzó haciendo una serie de ensayos con animales. Así logró elaborar clones o copias perfectas de ovejas, ratones, cabras y cerdos... Y luego una serie de eternas combinaciones, llegó el día en que pudo obtener una especie de clon híbrido, con su propio contenido genético...
El extraño simulacro era flaco y de unos 60 centímetros de alto. A diferencia de lo que sucedía con los amorfos gigantes de barro, que crecían de manera desmesurada, nuestro pequeño golem se achicaba un centímetro por semana...
Luego de largas horas de rigurosa educación, el científico comprendió que era imposible hacer de un animal, un ser racional. Su muñeco era tan estúpido que los progresos en su adiestramiento eran ínfimos. Entonces, se pasó los días y las noches experimentando distintas formas de lograr que su títere de carne pueda adquirir racionalidad...
Cuando el terrible ente comenzó a adquirir una especie de pensamiento... sintió cierta aversión hacia su creador... Entonces, cuando el odio que sentía por Ben Josef, comenzó a crecer, se decidió a quitarle ese espíritu que el aún no poseía... * Texto comleto.

No hay comentarios: