

Este cambio no es sencillo, puesto que exige cierto convencimiento y esfuerzo de la voluntad. Requiere un estilo de vida penitencial, una renuncia de si mismo, para dirigir todas nuestras potencias hacia Dios. No sólo se trata de abandonar nuestros pecados y debilidades, sino de orientar toda nuestra vida a Dios. Por ello, el comienzo de este camino, implica un cierto esfuerzo... Por eso, al comienzo de este camino, denominado por los místicos “vía purgativa”, sentimos grandes dificultades y un deseo de volver atrás....
La meta de la penitencia es la conversión a Dios. El esfuerzo y la disciplina pueden ser un signo visible del espíritu de sacrificio, pero no son un fin en sí mismos... No se trata de una competencia de resistencia física o una lucha atlética, sino de dejarnos amar por Dios. Hay que dejar que Espíritu Santo actúe en nosotros y nos guíe por este camino de conversión...
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