domingo, 25 de octubre de 2009

El supermercado de la vida.

Al igual que le acontece a otros humanos, he tenido la necesidad de pasar unas horas frente a la puerta de un quirófano. Allí la fragilidad de la vida se hace manifiesta; mientras el dolor va mostrando su rostro más efímero... Luego de largas horas de espera y ansiedad, la incertidumbre nos muestra una nueva realidad. Sobre las duras camillas que arrastran los cuerpos entregados al bisturí, aparecen una serie de rostros perplejos. Alguno ha perdido tres dedos de su mano derecha, otro ha quedado sin su riñón y alguna sin su seno. Me han dicho que un joven millonario se hizo acreedor a la amputación de su pierna. Un pequeño de familia modesta, sufrió la pérdida de parte de su pulmón. Mientras una alegre docente de clase media, solo mostraba un par de vendas sobre su tórax...
Por un momento supuse que la suerte de cada paciente estaba asociada a su apellido. Así la joven Arocena obtuvo una rápida recuperación de su salud. La señora Cejas, mi madre, la extirpación de su pecho y sus ganglios. Mientas que a la señora Soong le tocó la terapia intensiva. Supongo que en los días de luna llena el orden de las letras será distinto y la influencia de los astros irá mezclando el orden aleatorio de las suertes... Lo único cierto es que en esos momentos, nadie se olvida del Dios providente... En las trágicas horas de dolor, cuando las parcas quieren asomar, todos piden por una suerte salvadora. Aunque nuestro Creador, no le responde de la misma manera a todos. Con cierta claridad y lucidez he visto que el milagro es algo muy extraño. Supongo que Dios no hace milagros todos los días y no le gusta que lo manejemos a nuestro antojo. Aunque la muerte y la desgracia tampoco suelen ser lo común. Pues he visto que la mayor parte de los enfermos obtienen un resultado razonable, que les permite seguir peleando por la vida... Aunque bajo el influjo protector de este supermercado, los enfermos nos sometemos a sus decisiones azarosas...

No hay comentarios: