

No es cuestión de palabras ni de largos sermones, sino de aclarar el conflicto o el error que cometen de manera contundente. Nuestra corrección deben ser adecuada a la falta cometida e inmediata a la situación incorrecta. Una sanción elaborada a destiempo, pierde su eficiencia. Es importante tener en cuenta al niño como persona que debe ser corregida y no como una víctima de nuestra furia. Manejar el enojo y mantener la calma frente al descontrol de los niños es un arte que se aprende con mucho tiempo. Hay que aprender a mantener la calma y ser firme, con nuestras sanciones. Por ello, no hay que atacar al niño o adolescente, sino solamente señalar el problema y su actitud equivocada. 

Es cierto que a veces, los niños pueden ser crueles y encontrar las zonas vulnerables de los adultos. Por ello es importante la firmeza y la corrección, por medio de las normas que establecemos con los niños. Ellas son el fruto de constantes acuerdos y discusiones. Pero por sobre todas las cosas, nunca debemos olvidar que son los adultos quienes las orientan.
Por Natalia Calderón Astorga.
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