Una de las características del conocimiento humano es que a menudo se enfrenta con el misterio. La mayor parte de los temas filosóficos como la vida o la muerte, el origen de lo real, la existencia de Dios o la esencia del hombre, nos presentan un contenido inteligible que no podemos agotar. En cualquier rama de la ciencia nos topamos con lo indescriptible y descubrimos nuestra ignorancia...
Todas las cosas presentan para nosotros un cierto abismo de luz. Siempre hay algo que desconocemos y no podemos explicar. Somos como una especie de ave nocturna que busca comprender algo en medio de las penumbras. No somos capaces de agotar en su totalidad ni siquiera la esencia de una mosca. Pero esto hace que podamos desarrollar la nota más propia del ser humano que es conocer. Tal como dice Aristóteles: “Todos los hombres desean saber”. Pero este deseo se topa a menudo con lo insondable e inagotable... Esto hace que una de la tareas más vitales y nobles que pueda emprender el ser humano se la búsqueda del conocimiento. El hombre es un ser hambriento de sentido, que sólo sacia su ansia cuando descubre algún vestigio de verdad. No hay nada más doloroso, absurdo y superficial que la ignorancia. Encontrarse con la verdad nos calma y nos brinda una cierta satisfacción. Pero esta verdad nos deja una serie de dudas en las que debemos seguir ahondando. El conocimiento humano nunca encuentra un límite. Por ellos la frase más destacada que Sócrates ha legado a la humanidad ha sido: “Sólo se que no se nada”... * Texto completo.
lunes, 11 de octubre de 2010
Solo se que no se nada
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario