Con cierto asombro, he podido gozar de este excelente espectáculo del Cirque du Soelil. Tal como el vocablo latino lo indica, hace referencia a “alguien” o a un extraño ser que deambula por la escena. Ese extraño personaje, se asemeja a un hombre sin cabeza, que va llevando un paraguas en su mano derecha y un bombín en la otra. Se trata de un ser que representa, a cualquier desconocido que pasa frente a nosotros. Esta misteriosa figura, que imita a una pintura de Magritte, simboliza a esa infinidad de “quidam” impersonales, con las que nos cruzamos todos los días por las calles. Por nuestra vida caminan a diario cientos de personas, cuyos nombres, historias, tristezas y alegrías ignoramos... Pero detrás de esa marea de seres anónimos, hay un grupo de personas claramente identificadas, que nos hacen vivir un momento de fantasía. Entre ellos, se encuentras dos argentinos, como Guillermo Castiñeiras y Cristinas Zabala, que recorren el mundo con la compañía... Aunque sin duda, ha sido la sublime actuación de una grupo de niñas, la que me ha alejando por un momento del hastío cotidiano. Con su escasa altura y su candidez ingenua, dejan extasiados a sus espectadores... Su arte consiste en un par de yo-yo chinos, denominados diábolos. Mientras lanzan sus juguetes al cielo y realizan diversos malabares, quienes las vemos quedamos pasmados. Ellas no son un grupo de seres anónimos, que pasan frente a nuestros ojos, sino que tienen una identidad clara. Sus nombres son Chen Liu, Deng Lu, He Yuxiao y Lui Quianying...
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